Carta a un joven padre

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Querido amigo Pablo:

Contesto a tu última carta en la que me planteas tu proyecto de “ser padre”  y pides algún consejo que te ayude en tu decisión.

En principio, el hecho de que te plantees el tema es algo muy positivo en sí mismo, y creo que es la base necesaria para llegar a ser un padre “suficientemente adecuado”. Y  digo suficientemente adecuado para huir desde el principio de cualquier ideal inalcanzable. Plantearse el tema implica pensar en los pros y contras de tu decisión, e implica que ya existe un deseo en relación a la paternidad. He ahí dos elementos nucleares a la paternidad: el deseo y el pensamiento. Ser padre no puede ser un título que provenga únicamente de un impulso sexual inaplazable e imprevisto, una consecuencia aleatoria del camino de algún espermatozoide distraído. En este caso, la paternidad sería algo a compartir con el reino animal pero no tendría mucho que ver con el ser humano.

Esta relación general entre el deseo y el pensamiento puede irse analizando profundizando en distintos elementos que paso a describirte:

1º Creo que uno de los orígenes más satisfactorios de ser padre es hacer el amor, y no es broma; no es el único porque ser padre transciende a la paternidad biológica, y cualquier persona puede hacer una adecuada función paterna sin necesidad de ser el padre biológico. Pero en tu caso, como sé que eres heterosexual, creo que hacer el amor con tu pareja pensando que en ese acto deseas “embarazar” puede ser una experiencia incomparable. Y este acto es una bella metáfora de lo que puede ser tu experiencia como padre durante toda tu vida: placer y compromiso.

En efecto, ser padre es una experiencia única y placentera, pero simultáneamente exige un compromiso permanente. Estoy convencido de que esta idea del compromiso es una de las que en buena medida frenan a numerosas personas a iniciar la aventura de la paternidad en la postmodernidad. Porque vivimos en una cultura atenazada por las leyes del capitalismo más feroz que exige que los vínculos sean frágiles y efímeros y busquemos objetos de consumo para un supuesto placer inmediato. Cultura del “usar y tirar” que abarca a todo objeto de consumo que tiende a ubicar también a las personas como meros objetos que consumen compulsivamente y son consumidos. En este contexto es difícil estableces vínculos estables con personas, instituciones, lugares u objetos en general donde el compromiso sea un término a valorar.

2º Quiero enfatizar la critica a este derivado del capitalismo y a los medios de comunicación de masas que lo vehiculizan, porque alude muy directamente al tema de la paternidad. Ya conoces mi opinión al respecto porque te envié una reflexión sobre los mecanismos que utiliza la publicidad intentando manipularnos. Lo que pretendo en este momento es llamar tu atención sobre el hecho de que un hijo no puede ser un objeto de consumo más y que es preciso comprometerse con su crecimiento de manera radical.

3º El compromiso al que me refiero es una actitud de escucha permanente y un conjunto especifico de conductas derivadas de la misma, cuyo objetivo general será separar al hijo de las “leyes de la Naturaleza” e incluirle en la “Cultura”. Cuando digo leyes de la Naturaleza me refiero a aquellos aspectos que compartimos con el reino animal y, específicamente, a la inmediatez y al instinto. Es el reino donde se cree que cada demanda tiene una respuesta precisa que satisfaga plenamente, y que dicha respuesta debe recibirse sin dilación. Es el reino donde no existiría ninguna frustración porque sería posible y exigible la satisfacción total del instinto. Es el reino al que se adhiere el capitalismo para seguir manteniendo súbditos que consuman sin freno en busca de esta satisfacción imaginaria.

Frente a ello, la cultura alude a la imposibilidad de satisfacción total para el ser humano, a la necesidad de demora para un crecimiento saludable, a la espera, y a la posibilidad de obtener numerosas satisfacciones parciales partiendo de asumir determinadas normas y límites que nos permitan vivir en colectividad de manera igualmente satisfactoria y creativa.

4ª La Cultura en la que opino que es deseable incluir al hijo también alude a valores específicos alejados de la inmediatez y del instinto, y característicos del ser humano. Desde mi punto de vista, estos valores por los que merece la pena vivir, luchar y llamarnos “humanos” son la empatía, el amor, la solidaridad, la justicia social intercultural, la compasión, el altruismo y el arte.

5º Hay muchas formas de transmitir a nuestros hijos estos valores, pero te sugiero que pienses en la importancia de comunicar determinados “textos” como algo prioritario. Y al decir “textos” me refiero a relatos que hablen de la historia de cada cual, de esas biografías cargadas de afecto que le anteceden o incluyen, del sentido que puedan tener nuestras acciones, de la apasionante transmisión intergeneracional  de esas verdaderas historias que son y dan vida.

Pero quizá este tema de las narraciones sea muy denso y merezca que lo comentemos en otro momento con mayor  detenimiento, si te interesa… De momento, querido Pablo, lo dejo así. Espero haberte ayudado en tu reflexión. Quedo a la espera de tu palabra, o mejor, y como diría a mi hijo: “estoy aquí para ti”.

Luis Manuel Estalayo Martín.- Psicólogo clínico

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